lunes, 31 de marzo de 2008

EDUARDO VIII



Don Eduardo octavo, amaba a su amante,
Con tanta vehemencia, que por ella dio;

De Inglaterra el trono, cedió su corona,

Y a pesar de todos, con ella se unió.

Wallis se llamaba, de apellido Simpson;
Era la “gringuita”, que a Eduardo atrapó,
Tenía mucha fama de ser “casquifloja”,
Y no era muy buena su reputación.

Eduardo la amaba tan intensamente,
Que por ella entonces, su trono abdicó,
No quiso por ella, seguir de monarca,
Y tan solo un año, cual rey gobernó.

Fue tanto y tan fuerte el amor por Wallis,
Que antes de morirse, Eduardo ordenó;
No ser sepultado, en real mausoleo, 
Quiere que lo entierren, con Wallis, con su amor.

Aunque se especula, que el no tuvo hijos,
Hace poco tiempo, se le confirmó,
Que en Cali, Colombia, le nació una hija,
Una americana, un su fruto de amor.

Historia muy tierna, nada hubo de cuernos,
Tampoco de sexo, solo fue de amor;
Solo que confirma aquel viejo adagio:
“Yo doy mi corona, por tan bella flor”.



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