lunes, 24 de marzo de 2008

ABELARDO


sexo amor y cuernos

Con tan solo algo más de veinte abriles,
Ya fundaba su escuela con altura,
Fue maestro de papas y de obispos, 
Cardenales, arzobispos y otros curas.

Un buen día lo llama Don Fulberto,
Canónigo de la iglesia parisina;
Le propone que eduque con su ciencia,
A la bella Eloísa: su sobrina.

Abelardo le acepta de inmediato
Y muy pronto emprende sus labores,
La presencia angelical de aquella niña,
Desde adentro descubre sus amores.

A Eloísa la hermosa quinceañera,
Transmitía besos en vez de ciencias netas,
En vez de libros y textos escolares,
Abelardo gozaba con sus tetas.

Una tarde estudiando el astrolabio,
En medio de pasión desenfrenada,
Se lo comen con tanta vehemencia,
Que la niña le queda embarazada. 

Y se enoja ahora si Don Fulbertico
Y exige que se casen en el acto.
Ellos aceptan después de muchas vueltas,
Pero Eloísa, más tarde rompe el pacto.

Don Fulberto en su cólera montado,
Trata muy mal a Eloísa compungida,
Abelardo la interna en un convento,
Tratando de cerrarle las heridas.

Mas el tío sintiéndose burlado,
Soborna un criado y manda un cirujano,
Que le quiten las bolas a Abelardo,
Y le dejen muy flácido el banano.

Colofón de esta historia la describe,
Campoamor el romántico de marras,
Quien en verso dedicado a la pareja,
Trascribo aquí, como el poeta narra.

El rosal de ella y de él la savia toma,
Y mece, confundiéndolos la brisa
En una misma flor y un mismo aroma
Las almas de Abelardo y Eloísa.”

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